Breve historia de las Tablas de Daimiel: la recuperación del acuífero 23

Grullas, patos “coloraos”, nutrias; 170.000 visitantes al año y un potente motor para la economía local. El humedal de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real), un conjunto de terrenos inundados que bebe de dos ríos (Guadiana y Gigüela) y un acuífero subterráneo, lleva cuatro décadas recuperándose de excesos cometidos por el ser humano.

Primero fue la desecación de principios de los setenta. Se trataba de ganar terreno para la agricultura. Luego, la sobreexplotación humana de la balsa de agua subterránea sobre la que se erige; el conocido como acuífero 23.

“Las cosas avanzan positivamente. La conciencia ambiental ha aumentado y estamos mejor que hace 18 años”, explica Carlos Ruiz de la Hermosa, director del parque, ante un grupo de meteorólogos de toda España que ha acudido a las I Jornadas de meteorología y promoción turística del medio natural en Almagro y Tablas de Daimiel. “Pero la situación de inestabilidad sigue: si este marzo no hubiera llovido, hoy el parque estaría seco; y ahora dependemos de lo que ocurra de aquí a enero”.

Amanece en el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel. 5.000 grullas censadas esta semana. Vienen del norte de Europa a pasar el invierno. #TurismoMeteoNatura #CLMesmuchomas @turismoclm @DiputacionCR @ElTiempoCMM @tablas_daimiel Así suena: pic.twitter.com/Q60AXuvJsb

El incendio subterráneo

En 1973, tras las protestas del incipiente movimiento ecologista, liderado entre otros por Félix Rodriguez de la Fuente, se declaró Parque Nacional a las Tablas de Daimiel. Los problemas, sin embargo, no se detendrían. En 1986 se secan del todo los Ojos del Guadiana, fuente del río. Un año después se produce un incendio en superficie. El tema salta a los medios de comunicación y se lanzan programas para frenar la degradación de la zona. Desde entonces, el acuífero empieza a recuperarse, con sobresaltos, con dificultades.

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2009 fue un año dramático para los responsables del Parque Nacional castellanomanchego. Debido a la sequía y a la extracción de agua del acuífero 23, la materia orgánica del subsuelo (turba) sufrió una autocombustión. Hubo que realizar un trasvase de agua de emergencia e inundar la zona para apagar, literalmente, el fuego de las entrañas de la tierra.

“Afortunadamente, después llegó un período húmedo (2010-2013) y la zona se regeneró”, explica Ruiz de la Hermosa. En noviembre de 2012, un cuarto de siglo después de que se secara, el Guadiana volvía a fluir y a mover las aspas del histórico molino hidráulico de Molemocho. “Fue una segunda oportunidad de la naturaleza para saber si habíamos aprendido algo”, concluye el director del parque.

Y mientras, la temperatura sube

¿Qué hace especial a las Tablas de Daimiel? Los visitantes pueden recorrer los terrenos inundados, sobre todo tras la época de lluvias. Pueden ver cómo miles de grullas, que migran desde el norte de Europa en invierno, salen del parque al amanecer para buscar comida (bellotas, insectos) en los campos cercanos y vuelven al atardecer. Por todo ello, este año, Las Tablas de Daimiel han recibido ya 170.000 visitantes, según la consejera de Economía, Empresas y Empleo, Patricia Franco.

170.000 personas han visitado ya, en lo que va de año, el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Así lo ha asegurado Patricia Franco, consejera de Economía, Empresas y Empleo, en las jornadas de meteorología #TurismoMeteoNatura #CLMesmuchomas pic.twitter.com/z2EgICPlAi

Desde 2014, el nivel de agua subterránea ha vuelto a iniciar un camino de descenso que preocupa a los responsables, lo mismo que la contaminación ocasional del agua del río Cigüela. Eso, y el impacto difícil de medir del calentamiento global: dos grados más de media en la zona desde 1996.

Dato: Las Tablas de Daimiel tienen unas 600 de las 2.000 hectáreas inundadas.