Temor a una carrera armamentista en el aniversario de la primera bomba atómica
El 6 de agosto de 1945 marcaría el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de una nueva era armentista. A 8:16 de la mañana, hora japonesa, un bombardero B-29 estadounidense, el Enola Gay, lanzaba la primera bomba atómica de la historia. 'Little boy', como se bautizó a aquella bomba, estallaba a 600 metros sobre la ciudad de Hiroshima.
La destrucción fue casi total. En apenas nueve segundos, y como consecuencia de la explosión murieron alrededor de 100.000 personas y la ciudad quedo arrasada hasta los cimientos. Tres días más tarde, Nagasaki correría la misma suerte.
¿Una nueva carrera armamentista?
Aquellas bombas fueron el pistoletazo de salida de una desenfrenada carrera armentista entre los dos grandes bloques para demostrar cuál era capaz de fabricar bombas y misiles con mayor alcance y poder de destrucción.
Esa carrera se prolongó durante toda la Guerra Fría, hasta que el 8 de diciembre de 1987 el entonces secretario general del partido comunista de la URSS, Mijaíl Gorbachov,y su homónimo de EE. UU., Ronald Reagan, firmaron un tratado (INF) para la eliminación de misiles nucleares de corto y medio alcance (entre 500 y 5.000 kilómetros).
Un tratado que ha estado cerca de sucumbir en más de una ocasión por acusaciones mutuas de los dos países firmantes, pero que ahora parece haber pasado a la historia definitivamente. Casi coincidiendo con el aniversario de la bomba de Hiroshima, Estados Unidos decidía retirarse oficialmente del tratado.
Acusaba al Kremlin de incumplir el acuerdo al haber desarrollado un misil de crucero, el Novator 9M729, que superaría los 500 kilómetros que establece el tratado. Después de seis meses solicitando su destrucción y el cumplimiento del INF, Estados Unidos lo abandonaba y, tras ello, Rusia daba por finiquitado el acuerdo.
Apoyos y acuerdos
La OTAN ha mostrado su apoyo a la decisión tomada por Estados Unidos y ha manifestado su compromiso con la preservación de un control internacional eficaz de los armamentos, el desarme y la no proliferación.
Es la línea que marcaba el gobierno estadounidense tras salir del acuerdo, invitando a Rusia y también a China a participar en una nueva era de control de armas. Sin embargo, el gigante asiático, en plena modernización de sus fuerzas armadas y con un gran desarrollo tecnológico militar, no parecería muy predispuesto a firmar un tratado de desarme.
Mientras tanto, Rusia tras insistir que el tratado INF dejaba de existir por iniciativa de EE. UU., ha hecho un llamamiento a Washington para reanudar negociaciones con el objetivo de garantizar la estabilidad y la seguridad mundial.
Pero de momento, sin un marco que establezca límites entre las grandes potencias militares, el temor es que la carrera armamentista pueda tomar impulso.