Cae una red criminal que robaba en domicilios de toda España, entre ellos Calera y Chozas (Toledo)
Se desmantela una organización criminal que se dedicaba a robos con fuerza a domicilios de toda España, entre los que se encuentran domicilios del pueblo toledano de Calera y Chozas.
Una vez identificada y acreditada su participación en los robos, y atendiendo a la frenética actividad delictiva que llevaban a cabo, y al riesgo de fuga de los investigados, se llevó a cabo un operativo conjunto entre Policía Nacional, Guardia Civil y Mossos d'Esquadra en el área metropolitana de Barcelona y en la ciudad de Madrid, donde se detuvo a un total de ocho personas (siete en Cataluña y una en Madrid), y se realizó un total de seis entradas y registros en los domicilios de los investigados, donde se localizaron más de 7.000 euros en efectivo y más de 200 objetos provenientes de los robos.
El grupo criminal había actuado principalmente en las localidades de Tortosa (Tarragona), Taradell (Barcelona), Linyola (Lleida), Santa María de Palautordera (Barcelona), Bell-lloc d'Urgell (Lleida), Bellpuig (Lleida), Sidamon (Lleida), Navarcles (Barcelona), Sils (Girona), Aranda de Duero (Burgos), El Espinar (Segovia), Madrid (Madrid), Manlleu (Barcelona) y la ya mencionada Calera y Chozas (Toledo).
De los ocho detenidos, la autoridad judicial decretó prisión provisional para siete de ellos. La investigación continúa abierta por si se pueden verificar otros hechos similares atribuibles a este grupo.
Así actuaba el grupo criminal
Durante el mes de septiembre de 2021, el grupo criminal empezó a operar en Cataluña, concretamente en la localidad tarraconense de Tortosa, donde se produjo el primer hecho.
Los miembros del grupo vivían en los alrededores de Barcelona, concretamente en las poblaciones de Hospitalet del Llobregat y Cornellà de Llobregat. Los investigadores detectaron que realizaban frecuentes desplazamientos a Madrid, concretamente al barrio de Puente de Vallecas, donde disponían de la infraestructura necesaria para permanecer varias semanas, mientras desarrollaban su actividad ilícita.
A medida que avanzaba la investigación se fue identificando a nuevos miembros y se comprobó que disponían de varios vehículos que iban alternando en sus actividades. También detectaron contactos y viajes de algunos de los investigados a Italia, dejando patente una posible actividad criminal transnacional.
Los investigados actuaban siempre en horas diurnas, entre las 09.00 y las 14.00 horas, y al lugar de los hechos siempre se desplazaban un mínimo de tres personas con al menos dos vehículos. Cuando se acercaban a la población en la que habían seleccionado el domicilio, empezaban una serie de maniobras de contra vigilancia consistentes en realizar una conducción errática y, en muchos casos, inadecuada para las vías por las que circulaban, y en un control del entorno para asegurar el éxito de la operación, conocida como la operación Leto.
Una vez que se encontraban en zona del domicilio objeto del robo, al menos uno de los investigados bajaba del vehículo a cara tapada para comprobar los domicilios, mientras que el resto de miembros realizaban con los vehículos un perímetro de control de la zona de influencia del domicilio objetivo.
Una vez asegurada, entre una y tres personas accedían al interior del domicilio haciendo palanca con un destornillador o una herramienta similar a la puerta principal del domicilio, para después fracturar el bombín de la cerradura con un “pico de loro”. Si a través de esta técnica no conseguían forzar la puerta, intentaban acceder en los domicilios por alguna de las ventanas. Dependiendo de la ubicación del domicilio, en ocasiones colocaban uno de sus vehículos ante la puerta para tapar al individuo que forzaba el acceso, cargar rápido los efectos sustraídos y asegurarse una fuga rápida.
Durante todo este proceso, los investigados estaban en continua comunicación para tener una reacción rápida en caso de que se produjera algún imprevisto, utilizando para ello auriculares y llamadas telefónicas simultáneas de varios interlocutores. Del mismo modo que en la fase de aproximación, una vez ejecutado el robo, uno de los vehículos hacía de avanzadilla para detectar controles policiales y dar tiempo a reaccionar a los vehículos de cola que llevaban los objetos sustraídos.
En relación a los objetos sustraídos, los miembros del grupo buscaban principalmente joyas, de las que se desprendían en un máximo de uno o dos días a través de personas conocidas que actuaban de receptadores, adquiriéndolas y revendiéndolas. El resto de objetos (perfumes, videoconsolas, ropa, o relojes, etc.) los guardaban en sus domicilios hasta que los pudieran vender, o bien se los quedaban para darles un uso particular.
Durante su estancia en Madrid, los investigados contactaron con un individuo que tenía un negocio de compraventa de oro en el barrio de Usera, para que diera salida a las piezas de mayor valor.
Integrantes que denotaban un alto nivel de profesionalidad
El grupo tenía una estructura muy bien organizada y definida, y una concreta y disciplinada distribución de tareas en el momento de los robos. Esta estructura, junto con las medidas de seguridad que los investigados adoptaban y el uso de identidades falsas, denotaba el nivel de profesionalidad de los integrantes del grupo criminal.