Los adolescentes toman el gimnasio: entre el deporte y el culto al cuerpo
El número de adolescentes que acude con regularidad a los gimnasios va en continuo aumento. Los amigos y las redes sociales son factores clave para atraer a estos centros a chicos y chicas motivados por razones deportivas, pero también estéticas o para aumentar su masa muscular.
¿Cambiar el juego, las pistas o la calle por los gimnasios es positivo o contraproducente para los adolescentes? Según los expertos consultados, depende de lo que hagan allí dentro, de la supervisión que tengan y de las razones que los motiven. "El entrenamiento siempre debe estar basado en el disfrute y bienestar, y no tanto desde el culto al cuerpo", explica Paula del Villar, psicóloga especializada en salud y deporte. A su juicio, el ejercicio de musculación es importante para el desarrollo físico y personal de los chavales. "Yo no lo quitaría, siempre y cuando se utilice bien y lo combinaría con algo de equipo, porque es donde se inculcan los valores del deporte: superación, esfuerzo, trabajo en equipo...", expone.
Según datos facilitados a EFE por la Federación Nacional de Empresarios de Instalaciones Deportivas (FNEID), los menores de edad representan una media del 6 % dentro del total usuarios de los gimnasios. “Una cifra que, aunque pequeña, va en aumento con el paso del tiempo”, explica su portavoz, Alberto García.
Existen centros (principalmente públicos) que no permiten el paso hasta los 16 años y otros sí lo hacen, pero con una autorización por parte de los tutores legales. En realidad, "no existe una edad concreta desde el punto vista científico para practicar la musculación", comenta Diego García-Germán, traumatólogo de la Real Federación Española de Deportes de invierno.
“El problema no es tanto el gimnasio en sí, el problema viene cuando ejercicios de cardio, resistencia o de coordinación se dejan de lado por ejercicios de musculación enfocados hacia fines puramente estéticos, y más cuando no hay una orientación y supervisión por parte de un entrenador”, añade.
La desinformación y el sobrepeso
“No es culpa del gimnasio, es el exceso, como todo”, explica María, madre de Pedro (nombres ficticios), un joven madrileño de 16 años que el pasado mes de junio acudió a emergencias a consecuencia de un sobreesfuerzo. Pedro llevaba meses tomando el fármaco para el acné conocido comúnmente como roacután, motivo por el que debía hacerse análisis rutinarios cada cierto tiempo.
Durante todo el año practicó baloncesto con normalidad, pero tres semanas después de comenzar a entrenar en el 'gym', tras un análisis, descubrió que sus niveles de la creatina quinasa (CK) habían aumentado a 20.000 U/l cuando lo normal es 175 U/l. Fue entonces cuando la dermatóloga le llamó para que acudiera a urgencias “inmediatamente”, ante el riesgo de un fallo renal agudo.
“Esta subida en la CK significa que ha habido un daño en el músculo, algo que vemos con cierta frecuencia en pacientes que hacen un sobreesfuerzo en los ejercicios sean mayores o menores, tomen la pastilla o no”, relata Diego García-Germán.
Pedro se ejercitaba sin supervisión. "Él mismo me reconoció un día que no se podía mover ni andar, y todo provocado por el palizón que se metió en el entrenamiento", prosigue María. "Yo no critico al gimnasio, critico la paliza que se metió. Son jóvenes e inexpertos, en muchas ocasiones buscan las cosas en internet en vez de preguntar a un médico o a un entrenador, y por eso hay que estar muy pendiente de ellos".
Adolescentes en los gimnasios sin supervisión
Casos como el anterior suelen darse cuando no se cuenta con el asesoramiento de un experto que les pueda guiar. “Voy con mis amigos, se apuntaron y me apetecía ir con ellos”. Habla Ricardo, 16 años, residente en Toledo y quien desde principios de verano comenzó a ir al gimnasio junto a otros chicos de su edad.
Allí realiza varios ejercicios, aunque por lo general suele centrarse en aquellos enfocados a la musculación. “Solo hacemos cardio un poco al llegar para calentar pero nunca centramos el entrenamiento en eso”.
Además, admite que en la mayoría de ocasiones los hace sólo sin la orientación de algún profesional. Su motivación: los amigos y la salud. “Hacer musculación no es malo a estas edades siempre y cuando se realice de forma correcta, y es ahí donde reside la importancia de un entrenador que les oriente”, explica el profesor titular de la Universidad de Almería y ex entrenador personal, Pablo Jorge Marcos Pardo.
Lo mismo les ocurre a Nacho, de 14 años y residente en Vicálvaro (Madrid), y a Ismael, de 16 años, Gran Canaria, quienes dicen realizar los entrenamientos sin ayuda. "Suelo hacer las tablas de ejercicios por mi cuenta o con otros amigos", confiesa Ismael. "Cuando llegué había unos entrenadores en el gimnasio que me enseñaron todos los ejercicios y me ayudaron a hacer la tabla, pero ahora ya voy por mi cuenta", explica Nacho.
Nacho llevaba tiempo con ganas de apuntarse a uno de estos centros: “Yo llevo yendo a boxeo desde primero de la ESO y fue mi monitor quién me animó a apuntarme en el gimnasio”, relata. Sin embargo, a sus padres en un inicio no les pareció "muy buena idea" y no fue hasta este pasado junio, después de consultar al médico, cuando le otorgaron el permiso para ir. Como Ricardo, asegura que la principal razón para acudir es cuidar la salud.
Los cánones de belleza y sus riesgos
Míriam, una joven canaria de 23 años, comenzó a ir a los dieciséis al gimnasio. En un principio acudía para hacer ejercicio, socializar, conocer gente y sentirse mejor, pero con el tiempo todo acabó derivando en una obsesión.
En esa época, cuenta que experimentaba varios complejos, se comparaba constantemente e incluso medía a rajatabla todo lo que comía, llegando a sufrir crisis de ansiedad si se salía "lo más mínimo" de la dieta o si faltaba un día al entrenamiento. "Cuando me apunté venía de una época de detestar mi cuerpo; cuando comía mal, el gimnasio era para mí una especie de conducta compensatoria, incluso llegué a sentirme mal por no ir todos los días", comenta.
No fue hasta que acudió al psicólogo cuando se dio cuenta de lo que ocurría. “Yo estaba constantemente buscando el objetivo y no disfrutando del proceso, del bienestar físico que suponía realmente, porque el gimnasio trae muchísimas cosas buenas, pero a esas edades y con tantos complejos es fácil confundirse y obsesionarse”. En su caso, las redes sociales no hicieron sino agravar su complejo y su obsesión.
La psicóloga Paula Villar pone el foco sobre este riesgo: "El problema de acudir a estos centros no es tanto el ir, o el ejercicio que se practique, sino que en la adolescencia se suele tener la creencia de que para tener éxito o ajustarse a un canon estético hay que alcanzar un ideal concreto, y para conseguir dicho ideal se emplea el deporte, y específicamente el gimnasio".
A pesar de todo, Míriam no se arrepiente de entrar a una edad temprana en el gimnasio: “Mis problemas no fueron por culpa del gimnasio, a mí el deporte y el ejercicio me han dado cosas muy buenas". Ahora lo utiliza como herramienta para estar sana. "Ya no lo hago por que '́tengo qué’, sino porque ‘quiero qué’, porque me gusta y porque lo disfruto".
EFE